lunes, 24 de junio de 2019

El padre Jesús Alonso Martínez


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La muerte de personas conocidas y, sobre todo, queridas, duele. El sábado 22 de junio de 2019 falleció el padre Jesús Alonso Martínez en Medellín, Colombia. Fue un religioso escolapio, español, que vivió y trabajó en Cañar (Ecuador) mi pueblo natal. Fue profesor de matemática en el Colegio Calasanz y párroco del pueblo. Hace algo más de un año, falleció su hermano, Antonio Alonso, también escolapio. Tuve la suerte de conocer a los "hermanos Alonso", y de los dos tengo buenos recuerdos.

El padre Jesús influyó en mi adolescencia y primeros años de juventud. Lo conocí en 1993,  fue mi profesor de Física y Formación Humana en el Colegio Calasanz. Como profesor de Física era muy exigente. Me gustaba sus clases de Formación Humana porque nos hablaba de sexualidad, autoestima, la importancias de conocerse, etc. Alguna vez nos habló de la "vocación", y en mí, a los quince años, nació el deseo de ser escolapio. Por mi cuenta, iba también a sus clases de religión en la parroquia, los martes en la noche. Como buen escolapio, era una persona con mucha cultura general.

Sus clases de religión eran totalmente distintas a las tradicionales. Sus ideas teológicas era radicales, y por eso me gustaban. Nos decía que el infierno no existe; creía en la evolución humana; ponía en tela de juicio ciertas acciones del mismísimo Papa, Juan Pablo II; no estaba de acuerdo con ciertas cosas de la cúpula de la iglesia a la que llamaba la "jerarquía de la iglesia"; no creía en el dios todopoderoso sino en el Dios amoroso, se esforzaba por sacar de la liturgia la palabra todopoderoso y cambiarla por amoroso; estaba de acuerdo con Marx, que la religión es el "opio del pueblo"; creía que la iglesia hizo mucho daño en Latinoamérica con la conquista; aprendí que la mayoría de obispos son del Opus Dei, la línea más conservadora de la iglesia, y cómo su fundador llegó a los altares en corto tiempo por las "palancas" dentro del Vaticano… Rompía con muchas ideas de la religiosidad popular. Mucha gente decía: "nos quita la fe". Lo que buscaba es que la gente madure religiosamente y que su fe no sea tan ciega.

No siempre había pensado así. Contaba que fue un religioso muy conservador, defensor a ultranza de las ideas del catecismo de la iglesia hasta que empezó a sentirse incómodo y no era feliz con lo que predicaba. Había entrado en crisis. Alrededor de sus cincuenta años (a finales de los años ochenta) sufrió una transformación interior en unos retiros espirituales con un padre jesuita llamado, Gustavo Baena, en Colombia. "Tuve una mentanoia" [cambio de mentalidad], decía. Desde entonces se alejó de la doctrina vacía y se centró en la persona y el  mensaje de Jesús.

Era un buen conocedor de cómo evolucionaba el catolicismo en España, de cómo las iglesias se están vaciando; planteaba que en América Latina sucederá lo mismo si la iglesia no cambia. Actualmente las iglesias se están vaciando y lo seguiran haciendo. Una vez lo vi enfrentarse al obispo en una convivencia: el obispo defendía que los divorciados no pueden comulgar, él argumentaba que sí pueden, que la comunión es para los pecadores. Sus creencias y su forma de predicar hizo que tenga algunos problemas con la jerarquía de la iglesia local, y también dentro de su orden religiosa.

Era muy disciplinado. Calificaba los exámenes de matemática de varios cursos, prácticamente para la próxima clase. Mantenía correspondencia con mucha gente, respondía inmediatamente. Una vez que lo llevaron a Colombia, montó una "parroquia virtual" en redes sociales y seguía en contacto con sus grupos mediante video conferencia. Era un gran lector, hasta ahora nunca he conocido a nadie que lea tanto como él, le gustaba los libros de teología, psicología y educación; gracias a él conocí a Leonardo Boff, José María Castillo, González Faus…. Una vez me contó, cómo escoge sus libros: "si te llama la atención el título, lo les por fuera, luego ves el índice y lees al azar algunas partes del libro, y si te gusta, lo compras". Un gran consejo de un gran lector.


Era muy serio y recto, tenía un temperamento fuerte, no era un hombre de medias tintas. También era muy cercano. Hablé mucho y mantuve correspondencia con él cuando estuve en la vida religiosa, me apoyó en mi crecimiento. Lo recuerdo con cariño, sobre todo por la misa cuando mi hermana falleció, en medio de nuestro dolor, sus palabras en la homilía fueron reconfortantes. No le había escrito desde hace muchos años. La última vez que lo vi, fue cuando se marchaba para Colombia, había pasado a despedirme de él. Sabía que estaba enfermo y quería escribirle, pero siempre postergamos las cosas y lamentablemente falleció; me he recriminado por no hacerlo a su debido tiempo, por ser ingrato.

Estaba convencido que hay vida después de la muerte: como buen cristiano y católico creía en la resurrección. Estaba convencido que Dios es amor gratuito, y que la resurrección es un regalo para todos. Creía que una vez que muramos, todos, absolutamente todos, independientemente de nuestro comportamiento, iremos al cielo. Siempre me gustó ese tipo de escatología, aunque en esta etapa de mi vida mi cabeza lógica lo dude, espero que así sea.

Su vida, su "aventura humana" -como le escuché decir- finalizó. Sólo puedo agradecer por haberlo conocido y por su existencia.

¡Descansa en paz, querido maestro y amigo! 


NOTA. En el siguiente enlace hay una reseña de su vida escrita en una revista de los escolapios: https://www.escolapios21.org/wp-content/uploads/2020/07/Ephemerides_2020-JESUS-ALONSO.pdf

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