domingo, 21 de junio de 2020

Papá campesino

Octavio, un compañero mexicano que conocí en un curso de escritura, reenvío al grupo de WhatsApp una pequeña historia mexicana por el día del padre. Busqué en Internet la historia, pero no encontré nada. Son esas historias que circulan y nadie sabe quién las escribió. Ya que me gustó, arreglé puntuación y la coloqué en un formato para leer. La dedico a mi "viejo" que creció en el campo. Espero les guste.

***
 

Sentado a la entrada del troje, desgranaba mazorcas un campesino. Hasta ahí llegó su pequeño hijo y preguntó.

- Tata, ¿le ayudo?

Sin levantar la vista el papá empezó a preguntar.

- ¿Ya hizo su tarea?
- Sí, tata.
- ¿Metió los chivos?
- Sí, tata.
- ¿Recogió los guevos?
- Sí, tata, tres canastillas.
- ¿Echó el rastrojo?
- Sí, tata.
- ¿Acarrió el agua?
- Sí, tata, llené las tres ánforas.
- ¿Cortó la leña?
- Sí, tata, dos viajes de burro.
- Ta güeno. ¡ándele pues, desgrane!

Sentado y en silencio el niño comenzó a desgranar. Casi llenaban el último cuartillo y el pequeño preguntó: “Tata, ¿me da permiso de hablar con aste?”. “Humm, se tardó mucho en decedirse mijo, ¿paqué soy güeno?”, respondió el papá.

El niño le dijo con tristeza.

- Tata, es que mi amigo Remigio le mercó a su tata una guaparra grandota.
- Mmmmhh, ¿el que no ayuda en nada a sus tatas?
- Sí, tata, ese.
- Huum, ¿y a luego?
- Mi amigo Jacinto le mercó a su tata un sombrero de piel negra, muy bonito.
- Humm, ¿el que no lleva tareas?
- Sí, tata, ese.
- Humm, ¿y a luego?
- Toribio le mercó a su tata unas chivarras bordadas de piel.
- Humm, ¿el que lo agarraron robando guevos?
- Sí, tata, ese.

Y así el niño le fue diciendo lo que sus amigos habían comprado a sus papás. 

- ¿Y cuál es su preocupación? -preguntó el papá-.
- Es que yo estuve juntando pa mercarle un regalo, pero al cruzar por el puente colgante, se me cayó al río la bolsita con el dinero, y pos no tengo pa mercarle un regalo.
- ¿Y eso le preocupa mijo?
- Sí, tata, porque hoy es día del tata y yo quería mercarle a usted un regalo.

Aquel hombre de manos duras y piel tostada por el sol, se levantó el sombrero y rascándose un costado de la cabeza, dijo:

- ¡Despreocúpese mijo!. Los fierros no hablan, no obedecen, no ayudan, no cooperan, se desgastan y se tiran. Yo no soy tata porque aste me dé un regalo. Tata soy porque lo tengo aste, ¿paqué quero regalos? Yo le aseguro que todos esos tatas de allá quisieran tener un hijo así como aste: obediente, respetuoso, cariñoso. Yo lo tengo a aste, y no lo tengo por un día, lo tengo por muchos años, ¿paqué quero regalo de un día? ¡Aste es mi mejor regalo!

Aquel niño conmovido se acercó, lo abrazó y empezó a llorar.

- Tata, tata, ¡gracias por ser mi tata!
- No mijito, ¡gracias aste por ser mijo! ¿Qué más desea un padre de un hijo sino respeto, amor y obediencia?

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