Octavio, un compañero mexicano que conocí en un curso de escritura,
reenvío al
grupo de WhatsApp una pequeña historia mexicana por el día del
padre. Busqué en Internet la historia, pero no
encontré nada. Son esas historias que circulan y nadie sabe
quién las escribió. Ya que me gustó, arreglé puntuación y la coloqué en un formato para leer. La dedico a mi
"viejo" que creció en el campo. Espero les guste.
***
Sentado a la entrada del troje, desgranaba mazorcas un
campesino. Hasta ahí llegó su pequeño hijo y preguntó.
- Tata, ¿le ayudo?
Sin levantar la vista el papá empezó a preguntar.
- ¿Ya hizo su tarea?
- Sí, tata.
- ¿Metió los chivos?
- Sí, tata.
- ¿Recogió los guevos?
- Sí, tata, tres canastillas.
- ¿Echó el rastrojo?
- Sí, tata.
- ¿Acarrió el agua?
- Sí, tata, llené las tres ánforas.
- ¿Cortó la leña?
- Sí, tata, dos viajes de burro.
- Ta güeno. ¡ándele pues, desgrane!
Sentado y en silencio el niño comenzó a desgranar. Casi
llenaban el último cuartillo y el pequeño preguntó: “Tata, ¿me da permiso de
hablar con aste?”. “Humm, se tardó mucho en decedirse mijo, ¿paqué soy güeno?”,
respondió el papá.
El niño le dijo con tristeza.
- Tata, es que mi amigo Remigio le mercó a su tata una
guaparra grandota.
- Mmmmhh, ¿el que no ayuda en nada a sus tatas?
- Sí, tata, ese.
- Huum, ¿y a luego?
- Mi amigo Jacinto le mercó a su tata un sombrero de
piel negra, muy bonito.
- Humm, ¿el que no lleva tareas?
- Sí, tata, ese.
- Humm, ¿y a luego?
- Toribio le mercó a su tata unas chivarras bordadas
de piel.
- Humm, ¿el que lo agarraron robando guevos?
- Sí, tata, ese.
Y así el niño le fue diciendo lo que sus amigos habían
comprado a sus papás.
- ¿Y cuál es su preocupación? -preguntó el papá-.
- ¿Y cuál es su preocupación? -preguntó el papá-.
- Es que yo estuve juntando pa mercarle un regalo,
pero al cruzar por el puente colgante, se me cayó al río la bolsita con el
dinero, y pos no tengo pa mercarle un regalo.
- ¿Y eso le preocupa mijo?
- Sí, tata, porque hoy es día del tata y yo quería
mercarle a usted un regalo.
Aquel hombre de manos duras y piel tostada por el sol,
se levantó el sombrero y rascándose un costado de la cabeza, dijo:
- ¡Despreocúpese mijo!. Los fierros no hablan, no
obedecen, no ayudan, no cooperan, se desgastan y se tiran. Yo no soy tata
porque aste me dé un regalo. Tata soy porque lo tengo aste, ¿paqué quero
regalos? Yo le aseguro que todos esos tatas de allá quisieran tener un hijo
así como aste: obediente, respetuoso, cariñoso. Yo lo tengo a aste, y no lo
tengo por un día, lo tengo por muchos años, ¿paqué quero regalo de un día? ¡Aste es mi mejor regalo!
Aquel niño conmovido se acercó, lo abrazó y empezó a
llorar.
- Tata, tata, ¡gracias por ser mi tata!
- No mijito, ¡gracias aste por ser mijo! ¿Qué más desea
un padre de un hijo sino respeto, amor y obediencia?
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